El estudio del rol de la mujer en la sociedad requiere una aproximación multidisciplinaria que, al mismo tiempo que transversaliza ciertos ámbitos, permite una especialización profunda. Este artículo adopta una perspectiva crítica fundamentada en las ciencias sociales, integrando dimensiones biológicas, laborales y simbólico – culturales. Su propósito es provocar un debate a partir de experiencias de las mujeres en esos contextos, explorando cómo estas realidades impactan en el desarrollo social, pero, sobre todo, tiene el objetivo de llamar a una reflexión imprescindible en el escenario académico.
Es interesante Iniciar el debate desde una mirada antropológica y pensar en el matriarcado, como aquella “forma social primitiva” que plantea Bacheofen (1861) y que rescata el culto a lo femenino, la maternidad y la ginecocracia (gobierno de mujeres). Y es que a pesar de que existen varios postulados que invisibiliza el papel que la mujer ha representado en la evolución de la sociedad, es biológicamente incuestionable —al menos hasta el momento— que el ser humano nazca de una mujer. Este hecho esencial de la naturaleza, por sí solo, debería bastar para situar a la mujer en una posición central en el devenir de la civilización.
Sin embargo, esta mirada miope sobre la relevancia de la mujer en todos los ámbitos de la vida social, se fundan en normas sociales que limitan la imagen ideal de lo femenino, condicionando la expresión individual y autónoma de las mujeres. Esta construcción cultural no solo ha sido sostenida por una visión andrógina que masculiniza lo exitoso, sino, y, sobre todo, ha sido una dolencia que desdibuja la sororidad. Y es que las propias mujeres han sido quienes, sea por convicción personal o por mirarse a través del otro, han contribuido consciente o inconscientemente a desvalorizar a otras mujeres, lo que evidencia además la forma en la que estas se relacionan entre sí.
Bastaría con mencionar que hoy en día, en pleno siglo XXI, aun las mujeres estamos luchando por nuestros derechos. Pensar que la tradicional dicotomía de lo público y lo privado, analizada por Arendt (1993), continúan marcando el debate entre aquello que es asunto de interés del Estado y lo que se relega a la singularidad de la mujer. En este contexto, es impresionante que aún se siga debatiendo si la palestra pública debe cuidar y atender la salud reproductiva de la mujer o, por el contrario, criminalizar a las mujeres que ejercen su autonomía reproductiva. Esta tensión evoca – como los señala Federeci (2004)- prácticas de los siglos XV, XVI y XVII, donde la sabiduría traída de la ciclicidad de la mujer era considerada un insulto a la moral y a la ética social, dando lugar a la caza de brujas.
Esta escenografía que plantea diferentes realidades de la mujer ha sido priorizada no solo en el contexto del Estado Nación, sino que ha sido priorizado en plataformas multilaterales como la ONU, entidad que, en el marco del análisis de género, ha venido incluyendo analogías conceptuales que hacen referencia a ese vertiginoso caminar de la mujer en el ámbito laboral (Sticky Floor), que además trastoca su proceso, cuando una decisión traída de la propia biología de la mujer, vulnera el devenir de su función laboral e incluso social (Broken Rung), lo que finalmente conecta con el famoso techo de cristal (Glass Ceiling) terminología tan frágil como su nombre lo indica.
Frente a tal realidad, las mujeres han comenzado a batallar por ser vistas y valoradas desde todos los ámbitos, públicos y privados, locales, nacionales e internacionales, provocando la generación de acciones sociales que reclaman espacios propios de las mujeres, pero que, en ocasiones, exacerban los mismos vacíos que lo provocan. Así, por ejemplo, evoluciona la idea de liderazgo y el famoso “empoderamiento” de la mujer, mismos que, según mi personal percepción, viene acarreando un sin número de prejuicios e injustas imposiciones sociales, que analógicamente expuesta a través de la moda -categoría conceptual estudiada por Simmel (2008)- que, como fenómeno social, más allá de su función estética o simbólica, reproduce estereotipos de género.
En este contexto el “uso de pantalones” metafórica y literalmente hablando, aunque podría romper con imposiciones traducidas en el significado que se ha dado al vestido y él tacón, ha terminado por ser absorbida por una narrativa de éxito laboral que impone un modelo basado en la productividad ininterrumpida de la mujer, dejando de lado sus varias dimensiones humanas, cíclicas y personales, tales como ,el autocuidado, la maternidad o el derecho al descanso y al placer.
Esto, no significa en lo absoluto aterrizar en la victimización, ni desconocer la importancia de la presencia de mujeres en los foros internacionales, en cargos y funciones de liderazgo y toma de decisiones, lo que se propone es que este protagonismo se ejerza desde el respeto a una identidad conjunta, procurando dimensionarla hacia la generación o fortalecimiento de marcos normativos que motiven y provoquen la generación de políticas públicas, el diseño de procedimientos técnicos, desarrollo de proyectos socioeconómicos, productivos, de inversión que permitan democratizar los beneficios propios de estos procesos, haciéndolos sostenibles y verdaderamente equitativos.
A modo de cierre, es necesario visibilizar, que, en la práctica cotidiana, algunas mujeres que lideran espacios de género reproducen dinámicas excluyentes y discriminatorias hacia otras, incluso cuando estas se encuentran en situaciones de especial vulnerabilidad, como la gestación. Esta realidad evidencia tensiones entre el discurso de sororidad y las relaciones de poder que operan dentro del propio activismo, lo que plantea el desafío de revisar críticamente las prácticas internas para garantizar la verdadera inclusión y coherencia en la agenda de género.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Arendt, H. (1993). La condición humana (R. Herrera, Trad.). Paidós. (Obra original publicada en 1958)
Bachofen, J. J. (2000). El derecho materno (F. del Solar, Trad.). Fondo de Cultura Económica. (Obra original publicada en 1861)
Bartky, S. L. (2008). La moda. Ediciones Akal.
Federici, S. (2004). Calibán y la bruja: Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Traficantes de Sueños.
Simmel, G. (2008). La moda. Ediciones Akal.
DOCUMENTOS TOMADOS DE LA WEB
ONU Mujeres. (2017). El progreso de las mujeres en América Latina y el Caribe 2017. Naciones Unidas. https://lac.unwomen.org/es/digiteca/publicaciones/2017/05/el-progreso-de-las-mujeres-en-america-latina-y-el-caribe-2017
Gran análisis , completamente de acuerdo en valorar los espacios de realización de la mujer desde el liderazgo y toma de decisiones bajo la realidad de su naturaleza y esencia.
Me encantó la parte final en la reflexión de que desde sus espacios de liderazgo, la mujer puede reproducir prácticas excluyentes. Hacia falta decirlo sin maquillaje y sin filtros.Gracias Andreita
Mi Andreita querida, es un honor compartir este tipo de argumentos con una valiosa mujer como lo es usted. La mujer nunca debe olvidar su feminidad, su rol, su labor tan importante y necesaria en esta sociedad. Bendiciones para usted y toda su bella y hermosa familia.