Autor: Andoni Ron

La crisis política en Ucrania ha alcanzado un nuevo nivel de incertidumbre con la no realización de las elecciones presidenciales; que, según la Constitución de Ucrania, deberían haberse llevado a cabo el 31 de marzo de 2024. Esta situación ha prolongado la permanencia de Volodímir Zelenski en el cargo de presidente, generando un debate intenso en la opinión pública. Este período prolongado sin elecciones democráticas plantea serias preguntas sobre la legitimidad del gobierno y el respeto por el proceso electoral. Aunque Zelenski llegó al poder con un mandato popular y esperanzas de reformas, su permanencia en el cargo sin el respaldo de nuevas elecciones socava la base democrática del país.
La Constitución de Ucrania establece que las elecciones presidenciales y parlamentarias deben realizarse de manera regular para garantizar la continuidad democrática del país. Sin embargo, la declarada ley marcial y la guerra han planteado desafíos logísticos y de seguridad sin precedentes. La administración de Zelenski argumenta que llevar a cabo elecciones en medio de un conflicto de esta magnitud es improcedente y arriesgado, ya que muchas regiones son zonas de combate activo. Además, millones de ciudadanos han sido desplazados, tanto internamente como en el extranjero, lo que dificultaría aún más la organización de unas elecciones justas y transparentes.
En tiempos de guerra, es comprensible que las prioridades del gobierno se centren en la defensa nacional y la seguridad, pero esto no debe eclipsar la importancia de las instituciones democráticas y el proceso electoral. El apoyo de los países occidentales a este período ilegítimo solo agrega complejidad al panorama político. Esto se ha manifestado en términos de ayuda militar, económica y diplomática. Si bien es comprensible que Occidente desee mantener la estabilidad en Ucrania, respaldar un gobierno sin la legitimidad de elecciones democráticas va en contra de los valores fundamentales de la democracia y el estado de derecho. Esto socava la credibilidad de Occidente en la promoción de la democracia y los derechos humanos en la región.
Esta circunstancia alrededor del proceso electoral suspendido y su condición de ilegitimidad democrática se enmarca en el desarrollo de la “Conferencia de Paz”, programada para el 15 y 16 de junio de 2024 en Lucerna, Suiza. Resulta un esfuerzo significativo para alcanzar la paz en una región que ha sido devastada por el conflicto. Sin embargo, la complejidad de las dinámicas geopolíticas y la ausencia de mecanismos efectivos de resolución de conflictos plantean considerables desafíos para lograr un acuerdo duradero.
El objetivo de esta conferencia radica en la intención ucraniana por sumar apoyos para el documento final de diez puntos, que incluyen exigencias, como: la retirada total de las tropas rusas del territorio; el restablecimiento de la seguridad alimentaria y nuclear; y, la liberación de todos los prisioneros de guerra de ambos bandos. Sin instituciones internacionales robustas y mecanismos de mediación que puedan abordar de manera integral las raíces del conflicto, cualquier acuerdo corre el riesgo de ser frágil y temporal.
Por lo tanto, cualquier esfuerzo diplomático sin participación, tanto de Ucrania como de Rusia, no tendría ningún sentido, sería inútil y parcializado, carente de neutralidad. A este escenario, China propuso la celebración de una cumbre con todas las partes involucradas en el conflicto; una postura salomónica que lime asperezas y evite cualquier síntoma de polarización entre bloques políticos y económicos en el mundo, que sería un sinsentido en la actualidad. La Conferencia de Paz antes de dar inició puede hundirse en el fracaso.
A la “Conferencia de Paz” asistirán más de 100 países a lo largo del mundo, entre ellos el Ecuador con la representación del presidente Daniel Noboa y la canciller Gabriela Sommerfeld. Su participación no debe alejarse de la neutralidad, el énfasis en la importancia de la diplomacia y la necesidad de soluciones pacíficas. Resulta oportuno considerar que Ecuador mantiene relaciones comerciales con Rusia, con exportaciones de sus principales productos. En ese sentido, no sería prudente aumentar los impases con este socio comercial; pues ya tuvimos un tema sensible con el caso de la supuesta “chatarra militar rusa”, el armamento ruso que se habría adquirido de Rusia y se lo pretendía entregar a EE. UU.
En esencia este conflicto entre Ucrania y Rusia no está cerca de culminar por todo lo antes mencionado: desde la suspensión de las elecciones ucranianas hasta la inconsistente Cumbre de Paz sin la presencia de Rusia. A esto debemos sumar la clara intención de occidente por influir y presionar, desde una lógica geopolítica en este conflicto. El Ecuador debe guardar prudencia y evitar ser un peón más de este cálculo internacional, procurando mantener su postura neutral con un claro espíritu de paz y mediadora en el conflicto.